Estaba tan solo que para sentir el contacto con alguién, iba al médico. Que le tomaba con suavidad el antebrazo para
medir la tensión, y sostenía su mano durante un minuto, que a él creía eterno.
Nunca la tuvo alta ni baja, pero le repetía dos veces la toma, para asegurarse
de que todo iba bien. Y luego se iba, y todo iba bien.
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