Aquella partida no le estaba
saliendo como quería. Minutos más tarde de escoger las opciones se arrepentía
de ellas. Se estaba cansando de pulsar tanto el mismo botón, estaba pensando
reiniciar la partida y poner otros valores. Unos valores que se adaptasen más a
lo que quería en aquel momento. Pero ¿quién le aseguraba que tras reiniciar no
cambiaria de nuevo de opinión y querría lo mismo que antes? Bueno, siempre
podría volver a empezar otra vez.
Por ahora solo cambiaria de
juego, jugaría a otro a ver por si alguna casualidad se olvidaba de aquel tan absurdo. Nunca se olvidaba, ya lo había
probado.
No jugó más de cinco minutos al
aburrido juego y volvió a poner el primero.
Un ruido en su ventana le sacó de
la pantalla. Era un pájaro picoteando el cristal. Y recordó porque estaba
jugando. En su teléfono había veinte llamadas perdidas. ¿Cuánto tiempo he
estado jugando?
“Si pudiera reiniciar sería más
fácil.”
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