Frente a él un abismo. Poco a
poco se acercó. Sus pasos pesados y seguros, su mente frágil y dudosa. Miró al
gran precipicio que se abría ante él y sintió el Vértigo. No tenía miedo a la
caída, tenía miedo a querer caer. El
abismo le llamaba, le invitaba a saltar y así poder conocer lo que habitaba en
su interior.
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