“Es lo correcto”
Se lo repetía una y otra vez.
Poco a poco avanzaba, o retrocedía, no lo tenía muy claro, pero era lo que
tenía que hacer. La pierna no le dejaba mantener un ritmo normal. Cada vez que
la apoyaba en el suelo una punzada de dolor recorría su cuerpo desde el talón
hasta el hombro. Hasta ahora había tenido suerte, no se había encontrado con
ninguna de esas criaturas. Aunque a ese paso, le preocupaba más recibir un
disparo por confundirle con una de ellas.
“Es lo correcto”
También era una locura, salir a
plena noche, herido, con la munición escasa y sin decírselo a nadie. Pero no
debían saberlo, debían seguir a adelante sin él. Cada día les retrasaba más.
Acabarían todos muertos por su culpa si no
hacia nada.
“Es lo correcto”
A cada paso estaba más lejos de
ellos. Su plan era sencillo. Alejarse lo suficiente del grupo y...
“¿Cuántas balas me quedan?”
Se paró y con otro esfuerzo más
miró la munición que le quedaba. El
cargador tenía un máximo de quince. Y solo le quedaban seis.
“Suficientes”
La volvió a enfundar entre
gruñidos de dolor y continuó obligándose a andar. Durante un tiempo, quizá dos
horas, siguió avanzando hasta que un tipo de negocios le hizo parar, estaba en
medio del callejón, todavía no se había percatado de su presencia, pero el veía
muy bien su abdomen reventado y su traje
salpicado de sangre seca. No podía usar
su pistola, estaba muy cerca del grupo. Y de pronto aquella cosa se percató de
su presencia, y como si quisiera burlarse de el, se le acercó imitando sus
movimientos. Al acercarse, pudo ver que le faltaba un brazo.
“No puedo hacer ruido”
Tenía el cuchillo, pero era muy
arriesgado usarlo en su condición. Aun así era su única opción. Intento sacarlo
del bolsillo de su chaqueta, tardo demasiado y aquella criatura ya estaba
encima de el. Le derribó. Sintió un dolor agudo recorriendo todo su cuerpo,
quería gritar, pero no podía. El aliento de aquella cosa inundaba todo, tenía
la boca demasiado cerca. Por suerte solo le quedaba un solo brazo y apenas lo
movía. Le apartó la cabeza con la mano izquierda con las pocas fuerzas que le
quedaban y le clavó el cuchillo con la derecha. Consiguió que dejara de
moverse. Después de un largo minuto se
lo quitó de encima, e intento levantarse. No podía. Aquella caída le había
destrozado aun más la pierna.
“Debo seguir”
Aunque sea arrastrándose, debía
seguir. Y continuó. Ayudándose de sus codos y manos empezó impulsarse.
“Es lo correcto”
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