A pesar de su abrigo la fría noche
se había abierto camino hasta sus huesos. Y tras el escalofrío que recorrió su
espalda llegó él, sonriendo, como lo había visto todo el día.
-Eh, Laura, ¿Cómo estás aquí tu sola?, venga ve
con el grupo y únete a la fiesta.
Se lo habían presentado ese mismo
día y no es que hubiesen hablado mucho, ninguno parecía buscar una conversación.
-Tan solo necesitaba un respiro, volveré en
unos minutos.
-Entonces, perdona, si quieres estar sola,
lo entiendo.- Y de nuevo esbozó esa sonrisa.
-¿Te puedo preguntar algo?
-Claro, dispara.
-¿Por qué sonríes siempre?
-¿Y por que no? ¿Acaso es malo sonreír?- Acabó
la frase con una pequeña carcajada.
-
No si de verdad quieres hacerlo, pero tu
no sonríes de verdad. Tu boca podrá decir lo que quieras, tus ojos ven la
realidad, y te delatan.
Le cambió el rostro de golpe,
bajo las esquinas de sus labios y dejó de sonreír, por primera vez en todo el
día.
-Perdona, no pretendía ofenderte.-Se intentó
disculpar la chica.
-No te disculpes.
Guardó durante unos instantes un
silencio incómodo. Hasta que lo rompió.
-Eres la primera que se da cuenta y me lo
dice. Pero si dejo de sonreír todo volverá a ser como antes, las mentiras volverán.
-¿Mentiras ?La única
mentira que veo es la que te cuentas a ti mismo, haciendo algo que en realidad
no sientes.
Silencio de nuevo. Se levantó y
alegremente dijo: “Nos vemos en la fiesta”.
Al volverse para ver si volvía a sonreír, otro
escalofrío recorrió su espalda.
¿Dónde estaba? Había
desaparecido. Lo buscó entre la oscuridad; ni una silueta, ni una sombra. Nadie
era tan rápido.
Extrañada entró en la casa donde
se celebraba aquella fiesta. Tampoco lo vio. Le preguntó a su amiga, quien se
lo había presentado.
-¿Quién? No me suena ese nombre...
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