Un fundido
a negro, la música cambia y las letras de los créditos empiezan a subir. Contempla
la hora en el reloj de pared mientras se limpia los restos de aperitivos salados
en su panza, usando su camiseta de Ash Williams a modo de servilleta. Las dos
menos cuarto de la madrugada. Hora de dormir un poco. Por suerte aquella película
le daría todo lo que quería para esa noche. Vampiros, hombres lobo, zombies; una
buena dosis de pánico de los ochenta. Tendría pesadillas y su tentempié tras la
cena ayudaría a que fueran terroríficas. Se levantó del sofá con cierta
dificultad, miró a su alrededor buscando algo. Él mismo era el foco que
buscaba. Necesitaba una ducha. Pero ya se la daría mañana, total, ya no tenía
que ir al trabajo.
Con paso
tranquilo se dirigió a su pequeño dormitorio rememorando las mejores escenas de
la película. Una pesadilla siendo perseguido por hombres lobo sería maravillosa.
O una gran horda de zombies sujetándole, descuartizándole y devorando sus
tripas. La gente diferenciaba entre dos tipos de sueños, los agradables y las
pesadillas, él, tenia otros dos tipos de sueños; los terroríficos y los
espantosos.
Los terroríficos
eran las típicas pesadillas donde le atrapaban, le incineraban o le torturaban.
Después
estaban los espantosos. En esos sueños tenía un trabajo estable, había
recuperado su atlético cuerpo de juventud y dormía cada noche junto a ella… después
se despertaba, y todo era espantoso.
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